El sector de la feria cuenta en la provincia de Córdoba con un censo de más de 400 pymes y empresarios autónomos y da empleo a varios centenares más. En marzo del pasado año la alerta sanitaria generada por la pandemia sorprendió a este colectivo en el peor momento posible, sin liquidez tras varios meses de parada obligada y con todas las inversiones hechas de cara al inicio de la campaña. Para ellos ha sido el año más duro: sin facturar un solo euro, sin protección en la mayoría de los casos y sin expectativas de poder trabajar tampoco en la campaña que debería comenzar en abril.
Con cada anuncio de suspensión de las fiestas y ferias en los pueblos de Andalucía se diluyen un poco más las menguadas esperanzas de poder volver a la carretera con unas atracciones que llevan un año cuidadosamente empaquetadas en camiones o naves y unas autocaravanas que, para algunos de ellos, acuciados por las deudas, se han convertido en su vivienda permanente ante la imposibilidad de hacer frente a los créditos solicitados para sus viviendas o negocios.
Lucena y Aguilar concentran el noventa por ciento del sector de los empresarios feriantes de Córdoba. En Lucena son más de doscientos, en su mayoría propietarios de atracciones de mediano o gran formato.
José Miguel López Delgado es propietario de dos "Zig Zag" y directivo de la Asociación de Empresarios Feriantes de Andalucía, Ceuta y Melilla. El 5 de noviembre de 2019 llegó a Lucena tras las últimas ferias del año. "Empezamos a preparar la nueva campaña de ferias, a realizar la solicitudes a los ayuntamientos para el año siguiente. Fue entonces cuando empezaron a caer las anulaciones. Nos pilló con todas las inversiones hechas, con créditos solicitados, los seguros para todo el año pagados, sin posibilidad de recaudar nada y en muchos casos con la baja en autónomos por el cese de la actividad y sin derecho a ningún tipo de ayuda. Imagínate lo que se te pasa por la cabeza", señala este joven empresario.
José Miguel lo tuvo claro. En pocos días estaba trabajando como transportista con uno de sus camiones en una empresa de Perpiñán, en la frontera francesa. Actualmente trabaja para una empresa de Antequera. Otros muchos hicieron lo mismo que él. "La única suerte que tenemos los feriantes es que estamos acostumbrados a trabajar, la feria es dura y estamos hechos a todo, unos se han buscado la vida en el campo, otros en la obra y la mayoría en el transporte, aunque también hay gente que lo esta pasando muy mal, y que han tenido que acudir primero a la familia y más tarde a instituciones como Cáritas o Cruz Roja para subsistir", asegura este empresario. "Era buscarnos la vida o perder nuestras casas y negocios, que son nuestras vidas y las de nuestras familias", añade.
José Manuel Pérez es de la misma opinión. "Yo tengo el típico tren de la escoba de toda la vida, es un negocio familiar. Mi abuelo era feriante y mi padre también. Ahora trabajamos mi mujer y yo, mi hijo durante el verano y un par de empleados. Desde marzo del año pasado se acabo la feria. Primero estuvimos cogiendo ajos, luego en la obra y ahora con la aceituna, el día que se puede. Todas las manos son pocas para pagar los préstamos y los gastos fijos e intentar sobrevivir a esta situación a la que nos han abocado la pandemia y los políticos". José Manuel señala que "llega un momento que ya no sabe uno que hacer" y apunta que "tenemos compañeros sumidos en una depresión, otros que han sufrido infartos, es muy duro ver como se desmorona todo por lo que hemos trabajado generación tras generación y nadie nos ayuda". Este veterano empresario feriante explica que en estos momentos tiene más de 200.000 euros invertidos en su empresa. "Esto es insoportable, solo para pagar préstamos necesitamos más de 1.500 euros al mes, más hipoteca, sellos de los vehículos, contribuciones, seguros y gastos generales… es una situación insostenible sin trabajar, pero nadie ha venido a prestarnos ayuda, somos los últimos de la fila", afirma José Manuel.
Virginia Ramírez solo ha conocido la feria. "Es mi vida y la de mi marido, la de nuestros abuelos y nuestros padres, son varias generaciones pegados a la carretera, de feria en feria". Su experiencia es más dura. Su marido ha encontrado trabajo intermitente en la campaña de recogida de aceituna. Ella se ha quedado al cuidado de sus dos hijos de 12 y 9 años. "Pensamos que podíamos perder el piso y optamos por alquilarla y venir a vivir a la autocaravana, al fin y al cabo, pasamos la mayor parte del año en ella", indica Virginia mientras señala el camión-vivienda aparcado en el interior de una nave donde también guardan su "Barco Pirata" desde hace más de un año.
En plena temporada cuatro miembros de la familia "comen de la feria" y aún proporcionan empleo a una o dos personas más en función del tamaño de la ciudad a la que acuden con su atracción. Desde hace más de un año intentan "salir adelante de la mejor manera posible". Virginia es la voz de cientos de feriantes en las redes sociales. "Es la única forma de que se nos oiga, si lo hiciéramos todos sería diferente", asegura mientras cuelga la ropa en el tendedero de su caravana. Solo pide una oportunidad de demostrar que la "la feria es segura"
35.000 AFECTADOS EN TODA ESPAÑA
La situación de estos tres empresarios en un lienzo en el que se dibuja la de los más de 35.000 empresarios de un sector que en toda España se siente "abandonado" por todas las administraciones. "El ayuntamiento de Lucena ha sido la única que se ha acordado de nosotros, yo he conseguido una ayuda directa de 800 euros, aunque esa cantidad no cubre ni la contribución por la nave en la que ahora vivimos, compartiendo espacio con las atracciones", apunta Virginia Ramírez, que destaca también el interés que ha despertado la Proposición No de Ley defendida por la diputada lucentina del PP, María de la O Redondo, en la Comisión de Industria, Turismo y Comercio del Congreso de los Diputados para solicitar un plan de ayudas del Gobierno de España para este colectivo. De momento, y a falta del resultado de una reclamación por la forma en la que se desarrolló la votación, saldada inicialmente con 18 votos a favor y otros tantos en contra, la propuesta ha sido desestimada por PSOE, Podemos, PNV y ERC
"No queremos ayudas, queremos trabajar, pero estamos totalmente desamparados", afirma José Miguel López que añade que "no tiene sentido que se pueda abrir un parque de atracciones como Isla Mágica o Tierra Mítica, un gran centro comercial o el sector de la hostelería y no un recinto cerrado con atracciones móviles cumpliendo todos los protocolos sanitarios y de seguridad" y asegura que "las atracciones de feria son viables cumpliendo con todos los protocolos".
En el mismo sentido, Virginia apunta: "Nuestro barco es prácticamente idéntico al que funciona en Isla Mágica. Es totalmente injusto que ellos puedan trabajar y nosotros no. Podemos adaptarnos a las mismas medidas sanitarias contra el COVID-19, pero ni siquiera nos han dado la oportunidad. Concluye la empresaria indicando que "en estos momentos no tenemos ni siquiera expectativas de volver a instalar nuestros negocios, mientras nuestros políticos tienen en sus manos nuestro futuro y el de nuestros hijos y nuestros negocios han pasado a no valer nada, al no poder explotarlos".
Todos ellos contemplan como un rayo de luz al final de este negro túnel el anuncio del Ayuntamiento de Sevilla de autorizar la instalación entre el 25 de marzo y el 25 de abril de un "parque de atracciones feriales" en el recinto de la "calle del infierno" de la suspendida feria hispalense como medida para sacar al sector de su prolongado letargo. Según José Miguel López "si lo conseguimos podría ser el escaparate que necesitamos para demostrar que somos seguros, el detonante para que otros ayuntamientos hagan lo mismo, como hemos pedido por activa y por pasiva pero sin éxito durante todo el año".