Acabamos de abandonar el estado de alarma y es tiempo de hacer balance de lo que nos dejan estos tres meses de dolor, amenaza y desastre económico. Uno de los sectores que más han notado los efectos de la COVID-19 ha sido el de las bodas.
La máldita pandemia no solo ha impedido el "sí, quiero" de una veintena de parejas lucentinas, sino que también ha congelado la facturación de numerosos negocios que se dedican al sector nupcial. El confinamiento coincidió en marzo con el inicio de una campaña de bodas que se alarga hasta septiembre, por lo que los ingresos de muchas empresas se han visto gravemente afectados. Que el desastre sea total dependerá de los próximos meses y del afianzamiento de esa "nueva normalidad" de la que tanto se habla.
Durante la cuarentena solo se celebraron tres bodas en Lucena: dos civiles y otra en la parroquia de la Sagrada Familia, a la que solo pudieron asistir cinco invitados bajo las medidas de seguridad pertinentes, dadas las circunstancias. En lo que queda de año, 36 afortunadas parejas podrán retomar sus planes de matrimonio en las parroquias del municipio, 21 de ellas en San Mateo y el Santuario de Nuestra Virgen de Araceli a partir de agosto. Para 2021 se han pospuesto otras 55 bodas religiosas y 12 civiles. Por ahora, sumando las ya previstas y las aplazadas, para el próximo año se han reservado ya más de 80 celebraciones nupciales. Un atisbo de luz para las empresas del sector que ya dan este año prácticamente como perdido.
La crisis sanitaria ha afectado seriamente a las empresas dedicadas a este tipo de celebraciones: floristería, peluquería y maquillaje, moda, fotografía o servicios de restauración y catering son algunos de los negocios cuyos ingresos dependen en buena medida de la campaña de bodas. Alrededor del sesenta por ciento de sus ganancias se derivan del trabajo que hagan para los desposorios. Algo que este año se traduce en nefastas consecuencias.
Muchos han tenido que recurrir a los ERTES, a ayudas del Estado por cese de actividad o a la máxima reducción posible en el gasto corriente. Otros han podido seguir adelante con los ahorros guardados. Natividad Nieto, un pequeño comercio autónomo dedicado al diseño y elaboración de trajes y vestidos es una de estas empresas. Para este establecimiento los ingresos por diseño y confección de ropa para estas celebraciones suponen más del ochenta por ciento de su facturación. Tenía prevista la confección de alrededor de cincuenta trajes para invitados, damitos, madrinas y novias. Algunos de ellos se han quedado a mitad de trabajo y los ya terminados tendrán que reajustarse en su momento, un coste al que tendrá que hacer frente de su propio bolsillo.
En una boda es imprescindible la tarea de inmortalizar los momentos efímeros y únicos que componen una celebración de este tipo. La cancelación de los enlaces matrimoniales ha implicado, por ende, la anulación de las sesiones fotográficas. Para Rafael Fotografía y para muchos otros profesionales de este campo, esta era su principal fuente de ingresos. Ahora persisten a base de fotos de comunión –un sector que parece reactivarse de cara al último tramo del año–, orlas, fotos de carné y revelado de imágenes y "gracias a una clientela consolidada y fija". Provisionalmente, pueden hacer dos sesiones de estudio (una por la mañana y otra por la tarde) con medidas de higienización muy estrictas y con turnos para familiares que quieran aparecer en sus fotografías.
Pero es posible que quienes más hayan sufrido este batacazo económico hayan sido los empresarios del sector de la hostelería y el catering para eventos. Hablamos con el grupo de empresas La manzana de Adán. Su porcentaje de ingresos vinculado al sector nupcial representa más del setenta por ciento del global. El impacto de la pandemia para su compañía se ha dejado notar, por ejemplo, en la considerable reducción de personal que han tenido que llevar a cabo. Por estas fechas tendrían que estar trabajando alrededor de ciento ochenta personas, de momento cuenta únicamente con treinta.
Otras empresas que han sufrido un fuerte impacto económico derivado de la crisis sanitaria son peluquerías y centros de estética. En Vanguardia cualquier fin de semana del verano estarían al completo. "Ahora tenemos solo un diez por ciento de este tipo de trabajos, ósea que nuestros beneficios han bajado un noventa por ciento, más o menos". Durante el estado de alarma y debido a la confusión sobre la aperturas de peluquerías, su ocupación se ha basado en servicios puntuales a domicilio a personas mayores. Ahora con la anulación de citas para novias y madrinas, muchos se plantean la reducción de personal.
Con estas cifras, todos coinciden en destacar la incertidumbre que genera desconocer la duración de esta insólita situación. De momento, miran esperanzados este nuevo tiempo de extraña "normalidad" que hemos iniciado y solo piensan en sacar adelante su negocio para las próximas campanas de boda.