Gradas abarrotadas, movimiento en los vomitorios y el crujir de unas pipas que escenificaban los nervios. Un sentimiento que afloró en un jueves cualquiera para muchos pero no para Lucena. Un municipio que, después de mucho tiempo, ve cómo su equipo divisa a los demás desde la planta más alta.
Justo debajo se situaba el Betis Deportivo, ese vecino molesto que no te deja respirar ni un solo instante. Con filosofías similares, el conjunto celeste no solo aplicó su ritmo en los compases iniciales, también derribó toda construcción ideada por su rival. Este dominio se tradujo en ocasiones y, con un poco de suerte, Luismi firmó el primero tras recoger un rechace escupido por una espalda bética en el área chica.
Pero no todo iba a ser coser y cantar. Llegaba el momento de defender un resultado que para nada servía a los foráneos. Aferrados a la inspiración de Rodri, su perla más brillante, gozaron de varios intentos comandados por el 10 pero que en ningún momento intimidaron los dominios de Javi Cuenca. La misma circunstancia se vivió en el área contraria, donde Luismi primero y Adrián Pavón después probaron suerte en el ocaso del primer acto.
Las consignas de Ruano sirvieron para que el Betis se asentara rápidamente en campo contrario. No obstante, su estancia en él no fue lo suficientemente enriquecedora. Asomaron con más ímpetu por el área pero sin sacar provecho.
El más perjudicado fue Mizzian, quien vio marcharse por partida doble su oportunidad de empatar. Emprendió la carrera hacia el gol pero en la meta apuntó por fuera de una madera custodiada por Javi Cuenca. Su manopla acompañada de sus reflejos le negó posteriormente el gol al mismo jugador tras la salida de un córner. Dicho guante, instantes después de una barrida salvadora de Germán al fusil de Ndo, fue protagonista al impedir el teledirigido a balón parado de Giovani. El encuentro se tornó bronco en la recta final, donde el sustituido Adrián Pavón tuvo que presenciar desde el último balón colgado por el Betis Deportivo.
La tensión florecida en el último tramo desembocó en los aplausos y el jolgorio de una afición volcada con su equipo. Con las cáscaras de pipas adheridas al ropaje, las uñas perfiladas y la ilusión intacta, un pueblo unido emprendió uno de los caminos a casa que más merecerá la pena recordar en tiempos no tan buenos. De momento, toca disfrutar y, sobre todo, soñar con el líder. La clasificación lo dice todo.