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Cuando uno se enfrenta a apuntar unas breves notas sobre el besapiés de Nuestro Padre, muchas veces no sabe como afrontarlo.
No sabe si hablar de su túnica morada de los racimos; de su argéntea cruz de amor, que no de suplicio; de su corona de Rey más que de espinas. Uno, no sabe si glosar su mayestática figura o comentar su paso firme y nunca vacilante; si hablar de su melena, que airosa quita dolores y angustias; de su mano que bendice, de sus ojos cansados, de su gesto serio y afligido.
Uno, creanme, no sabe si hablar de su "cebolla" dorada donde sus siglas dejan clara su presencia; de los statis morados que alfombran la peana; de las jarras de lirios "moraos" de la Mater Dolorosa Socorro; de la palma de San Juan y su dedo señalando que Él, Jesús, es el camino, la verdad y la vida; de la Magdalena que ya sustenta en sus manos el sudario y el tarro de esencias para lo que en la tarde del Viernes ha de pasar; del reloj que marca las horas que ya van descontando al minutero el momento de reencontrarse con su pueblo a las seis de la mañana del Viernes; de la cera tiniebla que ilumina su presencia; del beso fiel del niño que lo mira boquiabierto; del beso del anciano que sólo se aferra a Él para vivir día a día; de la ilusión de los padres que presentan a sus hijos de pocos meses ante su mirada buena y lo amparan a su protección; de las colas que, Curados abajo, colman la calle; de la caricia amorosa que roza sus manos; de las lágrimas y los sentimientos contenidos, de las ofrendas de amor sincero, de las cuadrillas de santeros que nerviosos pasan ante su presencia.
De verdad, es muy difícil enfrentarse a este momento, escribir sin que florezca el sentimiento y la emoción. Es complicado no imaginar su Bendición tras el miserere de las diez de la noche, es muy difícil empezar a hablar de Él, pero más aún es terminar sin que un pellizco en le corazón te lleve a gritar, aunque sea en tus adentros, ¡VIVA JHS POR SIEMPRE!