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El penúltimo domingo de Cuaresma está marcado por un sinfín de cultos que distintas cofradías lucentinas celebran. Dos grandes pilares de nuestra Semana Santa, responsables de su resurgir en los años veinte del pasado siglo, el Cristo de la Columna y el Cristo de la Sangre, se exponen en besapié junto al Cristo del Valle y la Humillación, presentes también en el devocionario de muchos lucentinos, el primero desde la ermita que corona la Calzadilla y el segundo desde la intimidad de su capilla. Junto a estas imágenes, a las que en 2013 por circunstancias excepcionales se sumaba la dolorosa de Pasión y Ánimas, también se encontraba expuesto a la veneración de los fieles el Cristo de la Bondad de la hermandad del Encuentro, la última en incorporarse a nuestros desfiles procesionales.
A pesar de que los orígenes del Encuentro hay que situarlos en la parroquia de Santo Domingo, será en Santiago donde sean bendecidas tres de sus imágenes titulares, primero el Cristo de la Bondad y, poco después, la Virgen del Divino Consuelo y San Juan Evangelista. En este castizo barrio encontró asiento la corporación en 1996. Tal y como ocurrió casi una década antes con la ermita de Dios Padre, que era recuperada gracias a la cofradía de la Santa Fe, la capilla de Nuestra Señora de los Dolores era abierta de nuevo al culto por el Encuentro tras unas obras de adaptación y reforma. Desgraciadamente, estas obras no resultaron suficientes ya que, años más tarde, alarmados por el estado de las cubiertas, los hermanos de la cofradía de la calle Ancha tuvieron que iniciar una campaña para recaudar fondos para llevar a cabo unas costosas obras que, a pesar de las adversidades, pudieron culminarse. Tras permanecer unos meses en la parroquia de Santo Domingo, lugar de nacimiento de la hermandad, pudieron volver hace ya dos años a su remozada capilla.
A la contribución que la hermandad del Encuentro ha hecho al patrimonio lucentino, algo por lo que hemos de estar agradecidos, hay que añadir el sustancial cambio de su estética en los cultos y en la salida procesional, coincidiendo con los años en los que buena parte de los fondos de la cofradía estaban invirtiéndose en la capilla. Los cultos son preparados, como hemos podido comprobar esta misma Cuaresma, con un gusto digno de alabar para que el Señor de la Bondad y la Virgen del Divino Consuelo luzcan de la mejor manera posible, haciendo uso de un nutrido número de piezas de candelería y de unos magníficos blandones, tan olvidados en los montajes de nuestra ciudad. Ese cambio tendrá también reflejo el próximo Domingo de Ramos, cuando el Nazareno salga acompañado por una capilla musical, un tipo de formación a la que estamos poco acostumbrados en Lucena durante los días de Semana Santa pero que encaja bien con el espíritu de recogimiento y sobriedad con el que la hermandad parece que quiere identificarse.
Por todo ello, esperamos que estas líneas sirvan para reconocer la labor de una hermandad silenciosa pero cada vez más madura que ha sabido encontrar su sitio en la Semana Santa de Lucena y que, a día de hoy, puede considerarse un espejo en el que muchos cofrades deberían mirarse.
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