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La de anoche, sin lugar a dudas, quedará marcada para siempre en la historia de la Hermandad del Santísimo Cristo la Sangre. Tras siglos de ausencia, anoche volvió, aunque fuera por escasas cuarenta y ocho horas ni siquiera llegará a ellas a la que fue su primitiva casa, felizmente recuperada gracias al tesón y esfuerzo de la Archicofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y de tantos lucentinos que de una forma u otra forma han aportado su granito de arena, para presidir junto a la Imagen de Dios según Lucena, Nuestro Padre Jesús Nazareno, la dedicación de la "nueva" iglesia de San Pedro Mártir.
La imagen del imponente Crucificado partía de Santo Domingo de Guzmán tras celebrarse la solemne eucaristía que presidia el Obispo de Bilbao, Mario Iceta Gabicagogeascoa, tan unido a nuestra ciudad y venido ex profeso para la dedicación del Templo de San Pedro Mártir, ya que cuando se colocó la primera piedra y se iniciaron las obras desempeñaba la función de párroco de la citada parroquia lucentina).
Para este traslado se rezaron las catorce estaciones del tradicional vía crucis de las familias, que en esta ocasión tomaba un cariz extraordinario al no celebrarse en el interior de Santo Domingo sino camino a la Capilla de Nuestro Padre Jesús Nazareno.
La comitiva que acompañaba al Señor se abría con el estandarte o bacalao de la corporación del Jueves Santo escoltado por dos faroles. Tras el mismo y en unas pequeñas andas portadas por jóvenes monaguillos iban las reliquias de los Santos Mártires de Córdoba y San Juan de Ávila, tras las cuales avanzaba a hombros de todo aquel que quisiera portarlo la imagen del Crucificado de la Sangre, escoltado por una nutrida fila de fieles portando hachetas con cera roja de carácter sacramental. Tras el Señor se situaban el Párroco de Santo Domingo, Nicolás Rivero; el Obispo de Bilbao, Mario Iceta y Fray Joaquín Pacheco, Guardián del Convento de la Madre de Dios de RR.PP. Franciscanos de Lucena. El cortejo lo cerraba la imagen de Santo Domingo luciendo rico hábito bordado en oro y portado sobre sencillas andas por las hermandades y colectivos vinculados a la parroquia. Es de destacar que en las andas de Santo Domingo figuraba un relicario con reliquias de San Pedro Mártir de Verona, del cual tomó nombre la iglesia de San Pedro y la calle de su mismo nombre.
Al llegar a la ermita de Dios Padre tanto las reliquias de los Santos Mártires y San Juan de Ávila como la Imagen de Santo Domingo entraron en el recoleto templo prosiguiendo ya en solitario la imagen del Santísimo Cristo de la Sangre junto a su cortejo de hermanos, fieles y devotos.
Una vez que la comitiva llegó a un abarrotado Llanete de la Capilla la imagen del Santísimo Cristo de la Sangre, abriéndose paso entre la muchedumbre expectante, fue entronizado a las puertas de la Capilla en un improvisado altar en posición vertical esperando la salida de Nuestro Padre Jesús Nazareno a la puerta de su Capilla para proceder al rezo del Miserere, que con carácter extraordinario presidirían ambas imágenes.
La imagen de Jesús apareció sobre su tradicional y preciosísima peana adornada de clavel rojo, luciendo el Divino Nazareno su túnica de las uvas. Tras el rezo del Miserere y Perdón la Imagen de Jesús Nazareno impartió su bendición de forma extraordinaria a todo su pueblo, que en un clima de profundo respeto estalló en un unísono Viva Nuestro Padre cuando el torralbo desgranaba su quejío lastimero a modo de oración.
Tras la bendición la imagen de Jesús volvió al interior de su Capilla y el Santísimo Cristo de la Sangre, tras ser depositado de nuevo en los hombros de sus portadores, entró sin dar la espalda al pueblo a la Capilla de Jesús esperando a la dedicación del templo de San Pedro Mártir, que durante esta mañana presidirá junto a la Imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno.
Jesús Ruiz Jiménez
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