Delante de un cuadro de la Virgen, Francisco Aguilera Bueno le comunicó a su mujer que había sido nombrado para dirigir la cuadrilla de la Bajada, este próximo domingo 17 de abril. El sobresalto más anhelado surgió en un año para el que no albergaba "esperanzas". La resolución de la junta de gobierno de la Real Archicofradía colmó de "alegría y sorpresa" a su entorno.
-¿Cómo se recibe en su familia la designación para devolver este año a la Virgen de Araceli a Lucena?
Con mucha alegría y mucha sorpresa. En otras ocasiones he tenido el gusanillo, que parece que sí, que a lo mejor te toca, pero este año no tenía yo esperanzas, era el año en que menos me lo esperaba. Cuando te lo comunican, aunque te lo estén diciendo, no crees que sea verdad. Es algo que se comparte toda la familia. Me acuerdo que estaba preparándome la cena acompañado de mis hijas en casa, cuando recibí la noticia se lo dije a ellas, y estuvimos los tres esperando y deseando que llegara mi mujer, que tiene un sentimiento aracelitano inmenso. A ella se lo comuniqué frente a un cuadro de Nuestra Madre y fueron unos instantes muy emotivos.
-¿Qué es lo que le atrae y emociona de la santería del penúltimo domingo de abril?
Me emociona la devoción que le tengo a la Patrona. Para mí tocar la campana tanto de su Día como de la Subida y de la Bajada, es lo más grande a lo que puede aspirar un santero. Considero que es lo máximo, en cualquiera de las tres ocasiones. Y la Bajada, es especial, todos sus momentos son emotivos e inmejorables, cuando sales y te encuentras el llanete lleno de gente, al seguir el camino rodeado de lucentinos cantando, llegar a la Plaza Nueva o San Mateo llenos y esperándote, todo es espectacular. Pero para mí, el momento cumbre acontece al situarte en el cruce de la Ronda con la calle Maquedano, al dar esa vuelta, y encontrarte a toda Lucena disfrutando de María y que empiecen a caer los pétalos, eso tiene que ser lo más grande para un manijero.
-Desde el 16 diciembre del año pasado, fecha en la que recibió la noticia, ¿cuáles son las experiencias más impactantes que ha vivido?
Hay muchas y dudo que en mi vida se me pueda olvidar ninguna de ellas, por ejemplo en una de las juntas, mi mujer y mis hijas me tenían preparado unos regalos y estando en plena junta me hicieron salir a la calle donde me esperaban, me dieron un pergamino donde intentaron plasmar sus sentimientos y eso me llego al alma. O, por ejemplo, cuando avías a algún santero, o incluso a algún componente de la intendencia, y se le llenan los ojos de lágrimas, te das cuenta de la alegría y el sentimiento aracelitano que le estas trasmitiendo a él y a su familia, eso no tiene precio. A todas las personas que les he dado la mano les he entregado un escrito personalizado, como recuerdo y en el que les exponía, lo que esperaba de ellos dentro de esta santería y también los sentimientos que me gustaría que experimentaran. En uno de los días, fui a aviar al hijo de un amigo mío, de unos 11 años, para que nos tocara el tambor, y cuando estaba leyendo mis palabras, en mitad, lo soltó, empezó a llorar y me abrazo, fue algo espectacular.
-¿Cómo ha participado en años anteriores en la Bajada?
Somos varios amigos que bajamos juntos siempre. Cuando la Virgen es para el pueblo, intentamos ayudar a la cofradía porque tienen que estar pendientes de que no se vaya para los lados. Tiene que haber personas que vayan sujetando y direccionando el trono. Yo normalmente me pongo atrás con Julián García Saravia y así año tras año pasamos la Romería de Bajada.
-¿Qué méritos estima que ha considerado la junta de gobierno para nombrarle manijero?
Pues la verdad es que no tengo ni idea, no creo tener en mi haber más meritos que cualquier otro que haya solicitado la manijería, me gusta pensar que ha sido Ella la que ha considerado que este era el momento adecuado. Yo no me lo esperaba, la pedí porque es un sueño que siempre he tenido y que parece que al fin se va a hacer realidad. En mi familia somos todos santeros, mi padre lo era y esta noticia nos ha calado muy hondo a todos.
-¿Qué les diría a esos santeros que pensaron que podían ser aviados y que finalmente no forman parte de su cuadrilla?
Pues que el trono solo tiene 21 sitios ya que el número 22 es mío y entenderás que ese no se lo doy a nadie, y que cualquier manijero de María tiene 400 santeros en mente a los que le gustaría aviar. De todas maneras, llevo todos los amigos que he podido, los que no van finalmente debajo de la Virgen, vienen conmigo de intendencia o de reservas. Somos 22 santeros y, en todas las juntas, sin contar invitados, nos ponemos en 50 fijos. Lo siento de corazón por el que se haya quedado fuera, pero en algún momento tenía que parar.
-¿Qué es la devoción aracelitana?
Algo que te transmiten y adquieres desde pequeño, al igual que la santería. Lo ves en tu casa, a tu padre y a tu madre, que cuando tienen algún problema le piden a Ella, y cuando tienen algo que ofrecer también se dirigen a la Virgen. Por todo ello, tú lo sientes, es tuyo, y lo tienes dentro de ti.
-¿Cómo definiría la relación que existe entre la Virgen de Araceli y Lucena?
La Virgen es la esperanza y es la alegría. En la Sierra, un domingo o cualquier otro día, ves subir a personas que tienen algún problema y se encomiendan a Ella. Durante todo el año, si las cosas van bien, se acuerdan menos, pero al suceder cualquier dificultad, los lucentinos van a la Sierra. Y cuando la Virgen entra en Lucena hay otra alegría y dinamismo y es un no parar de entrar y salir de San Mateo. El sentimiento que tengo yo es compartido por el 90% de los lucentinos.
-¿Cómo se ha transformado la santería de que se estrenó hasta el momento actual?
La santería la veo con buena salud. Hay gente que la entiende de una manera, que yo no comparto, pero en cualquier ámbito hay discrepancias. A los jóvenes los veo muy entregados, con mucho respeto debajo del paso y colaborando con los manijeros bastante más que antes.
-¿Qué ideas se les deben infundir a los jóvenes?
El respeto porque lo que hay arriba del trono es el Señor y la Virgen. Hay que saber respetar las tradiciones, comportarse en las juntas, cumplir con los protocolos de cualquier costumbre, y no pensar que por haber santeado en varias ocasiones te mereces algo, o sabes más que nadie. La santería es un arte y como todo arte nunca acabas de aprenderlo, siempre te queda una lección más.