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"Un templo grandioso que nos da idea de lo que es el corazón de Dios". El obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, ensalzó así la iglesia de San Pedro Mártir de Verona durante el día en el que se dedicó este edificio dominico después de su reimplantación tipológica. Un proyecto ejecutado a lo largo de ocho años. El prelado felicitó a los lucentinos por concluir "una proeza" y destacó "la ilusión, el coraje y la fuerza" para levantarlo en unos momentos de crisis "no solo económica, sino de tantos aspectos de la vida". Demetrio Fernández animó a conceder el perdón ante las ofensas en un "lugar de reconciliación y de paz".
El arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo Pelegrina, quien dirigía la diócesis de Córdoba cuando en el año 2006 se colocó la primera piedra de la reconstrucción; y Mario Iceta, antiguo párroco de Santo Domingo y exvicario de la Campiña, acompañaron al obispo de Cordoba en una ceremonia que fue concelebrada por 40 sacerdotes, entre ellos, curas naturales de Lucena y vinculados en algún momento de su servicio a la ciudad, representantes de los dominicos y enviados del Arciprestazgo de Lucena-Cabra-Rute.
Una procesión que partió desde la ermita de Dios Padre, a las 10:45 horas, inició un ritual coordinado por fray Joaquín Pacheco Galán, guardián del convento de los Padres Franciscanos de Lucena. El cortejo estuvo formado por las reliquias de los Santos Mártires de Córdoba y de San Juan de Ávila, el clero, la junta de gobierno de la Venerable Archicofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno corporación que ha promovido la recuperación del templo- e integrantes de las distintas hermandades de Lucena.
Al llegar a la portada principal de San Pedro Mártir, el obispo de Córdoba llamó simbólicamente a la puerta y el párroco de Santo Domingo, Nicolás Rivero, abrió definitivamente San Pedro Mártir de Verona, ante la mirada de los numerosos fieles que aguardaban desde el interior. Entre las personalidades políticas que asistieron al solemnísimo acto, estuvieron el alcalde de Lucena, Juan Pérez; los vicepresidentes primero y tercero de la Diputación Provincial, Salvador Fuentes y Manuel Gutiérrez; y la mayoría de los ediles de la Corporación Municipal.
La Cofradía de Jesús Nazareno y el arquitecto Manuel Roldán del Valle entregaron las llaves y el proyecto de ejecución de la obra al obispo de Córdoba. El fundador de Roldán Arquitectos indicó que cuando empezaron las labores solo existían los muros perimetrales, la espadaña y la magnífica portada y expuso que el estado apuntaba "a la ruina total". "Hemos pretendido no falsificar la historia del edificio".
Manuel Roldan del Valle se refirió a la cruz latina, a las bóvedas, al crucero y a los colores principales, el morado, el amarillo y el rojo, que aportarán "un ambiente autóctono, agradable y de recogimiento". Del mismo modo, se refirió a la recuperación de la fachada principal, al adecentamiento de los triforios ciegos sobre naves laterales donde se ha previsto un museo- y a la zona de los columbarios, presidida por la talla de Juan Pablo II, y a la que se podrá acceder por unas escaleras y podrá ser observada desde la planta eclesial.
A continuación, el obispo procedió a la aspersión de la iglesia, efectuada con agua bendita. Demetrio Fernández roció con ella al pueblo, a las paredes del templo al altar. Desde el ambón, posteriormente, se proclamaron tres lecturas, tomadas de las que se proponen en el Leccionario Santoral y misas diversas para el rito de la dedicación de una iglesia.
Un diácono, investido con dalmática, proclamó el Santo Evangelio, con un relato de San Juan en el que se narra la expulsión de los mercaderes del templo ordenada por Jesucristo. "No convirtáis en un mercado la casa de mi padre. Destruid este templo y en tres días lo levantaré". Nuestro Padre Jesús Nazareno reinaba en el altar y, justo detrás, estaba expuesto el Cristo de la Misericordia, en el centro de un dosel utilizado a modo de retablo. A la izquierda del presbiterio, el Santísimo Cristo de la Sangre.
Sentado en la cátedra, por ser maestro y doctor de la iglesia de Dios, Demetrio Fernández sentenció que en San Pedro Mártir "fluirá continuamente la bendición de Dios". "Es una jornada histórica porque Dios se acerca a Lucena". Para el obispo de Córdoba, "es un signo elocuente levantar el templo". "Hay mucha gente que sufre a nuestro alrededor, hay que ayudarlos en la medida en la que podados", sostuvo. Por otro lado, aseguró que "la carencia de Dios es la peor de las pobrezas" y expresó su deseo de que "Lucena, que ha sufrido especialmente el azote del paro, ojalá se recupere cuanto antes". Demetrio Fernández terminó su plática, en la que no utilizó papel alguno, recordando que "Dios es Amor" y reproduciendo el mandamiento de Jesucristo: "amaos los unos a los otros como yo os he amado".
La ceremonia siguió con la colocación de las reliquias en el altar; la Plegaria de la Dedicación; la Unción del altar y de las paredes de la iglesia con el Crisma; la incensación completa del templo, el revestimiento de la Mesa del Señor y la iluminación de San Pedro Mártir de Verona. Así se convirtió este espacio lucentino en una casa de oración.
Una vez dedicado el templo y consagrado el altar, el obispo de Córdoba celebró la eucaristía. En la misma intervinieron la Schola Cantorum Mater Dei, la Sección de cuerda de la Orquesta Sinfónica del Conservatorio Profesional de Música "Maestro Chicano Muñoz", el Coro Eli Hoshaná y la Coral Lucentina. El 15 de marzo del año 2014 Lucena recobró una parte sustancial de su historia. En el año 1630 se erigió el primitivo monasterio dominico de San Pedro Mártir. La desamortización de Mendizábal precedió el abandono del convento en el siglo XIX y en los albores del siglo XXI ha resurgido por la decisión de la Venerable Archicofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Lucena.
MANUEL GONZÁLEZ
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