"El Amarrado de la Cofradía de Pasión". Por Luisfernando Palma

Cronista oficial y académico
30 de Marzo de 2012
"El Amarrado de la Cofradía de Pasión". Por Luisfernando Palma
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Por escritura ante el escribano de Lucena don Juan de Cózar Quesada fue cedida a la cofradía de la Sagrada Pasión la imagen del Señor de la Columna que poseía el jurado de la Ciudad don Gonzalo Francisco Ortiz Repiso, siendo hermano mayor de la corporación pasionista del convento franciscano lucentino don Manuel Francisco de Góngora y Rico, alguacil mayor de nuestra Ciudad, quien posteriormente –como apuntaremos después- alcanzaría el empleo concejil de alférez mayor y simultáneamente, como era entonces la norma, el de contador mayor del marqués de Comares y duque de Medinaceli. Una vez más se puede apreciar la coincidencia entre los empleos concejiles y la dirección y benefactoría de las hermandades. Don Gonzalo Francisco había sido nombrado jurado del Concejo lucentino por la marquesa duquesa doña Catalina Antonia en 1693.
 
Góngora y Rico (1658-1729) fue un señalado defensor de la causa borbónica en la guerra de Sucesión. En 1706 fue llamado para desempeñar el cargo de contador mayor del marquesado de Priego con capital en Montilla, cuyo titular era don Nicolás Fernández de Córdoba y Figueroa, también duque de Feria y que en 1711, como sucesor de su tío materno don Luis Francisco, accedería al marquesado de Comares y a los ducados de Medinaceli, Segorbe y Cardona. En 1712,  este nuevo señor de Lucena designa a don Manuel Francisco de Góngora alférez mayor de Lucena al mismo tiempo que contador mayor en nuestra ciudad del marquesado de Comares.

 

El referido fedatario público Cózar el 23 de abril de 1727 autoriza un traslado de esta escritura a petición de don José Antonio de Góngora y Rico, entonces hermano mayor de la corporación pasionista franciscana e hijo de quien presidía esta cofradía en el momento de la cesión del Cristo de la Columna. Don José Antonio había nacido en Lucena en 1690; durante el período en que estuvo al frente de la cofradía se completó la insignia de la Sagrada Cena, con la intervención del maestro Diego de Ramos, se restauró la imagen de Nuestra Señora de la Pasión por el artista local Leonardo Ambrosio de Aguilar, y el afamado tallista Francisco José Guerrero, granadino de nacimiento y lucentino de vecindad, recibió la elevada suma de 2 600 reales por “dos andas con sus repisas talladas y con los ángeles que corresponden a dichas andas para la soberana imagen de Jesús Nazareno y las otras para Nuestra Señora de la Pasión de dicho convento”.
 
En 1727, después de la semana santa, debió producirse la sustitución del tesorero en la cofradía, presidida por don José Antonio al menos  desde junio de 1716. Don José García Cantarero fue quien dio las cuentas correspondientes al período comprendido entre 1714 y abril de 1727. Entre los dos años últimamente citados nos encontramos, además de con Cantarero, con otros dos tesoreros: don Cristóbal Barrera (1716-1717) y don Juan Orgaz (1719).
 
Es probable que la petición de traslado de la escritura de cesión por parte del hermano mayor tuviese relación con alguna cuestión estipendiaria.
 
El documento original de 1705 se firmó en la capilla que servía de clase en el claustro bajo del convento franciscano. Se sabe que don Gonzalo Francisco era poseedor de un enterramiento en el citado claustro bajo, donde hubo un lienzo de la Purísima Concepción.

 

Además de don Gonzalo y don Manuel Francisco de Góngora, hermano mayor, firmaron la escritura de cesión oficiales y otros hermanos de la Gran Cofradía de la Sagrada Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, así nombrada en el repetido documento otorgado bajo la fe pública de Cózar Quesada.
 
En el documento autorizado por este escribano se manifiesta cómo don Gonzalo trajo de Granada “a su cuidado, costas y expensas la santa imagen de Cristo en la Columna”. Esta imagen cristífera se encontraba en el momento de la firma de la repetida escritura en la propia capilla de la cofradía y ya había formado parte de la procesión del miércoles santo. Una condición que puso Ortiz Repiso para la cesión de todos sus derechos sobre la imagen de la flagelación a favor de la corporación pasionista, fue la de que ésta se obligase a costear una misa anual, sobre la que damos detalles más adelante. Además la cofradía se obligaba para siempre a recibir como hermanos de ella sin pagar cuota de entrada alguna a todos los sucesores en el vínculo que poseía don Gonzalo y que había sido fundado por Juan Gómez de Alcoba. Igualmente dichos sucesores quedarían eximidos de pagar la contribución anual por su pertenencia a la hermandad radicada en el templo franciscano.
 
Don Gonzalo Francisco había nacido en Lucena en 1665 y fue hijo de Francisco Ortiz de Alcoba y de doña Jerónima de Alcoba. En esta inscripción bautismal puede observarse cómo el padre carece del tratamiento de “don”. En 1669 éste accede al empleo municipal de mayordomo de propios, lo que le supondría un ascenso económico y social en la comunidad lucentina. En septiembre de 1675 ya había fallecido, encargándose su hermano Pedro Ortiz Repiso de la tutoría de sus menores hijos; entre éstos, el cesionista del granadino Cristo de la Columna.
 
Don Gonzalo Francisco Ortiz Repiso fue el abuelo paterno del sacerdote, escritor y académico lucentino don Luis Gonzalo Ortiz Repiso Hurtado y Zamora (1743-1804), personalidad importantísima de la Lucena de la segunda mitad del Setecientos.
 
La cesión –“para siempre jamás”, según términos del documento notarial- de la imagen del Amarrado de san Francisco se llevó a cabo en 1705, en plena guerra de Sucesión, donde las elites locales fueron tan leales a Felipe V, con el marqués duque don Luis Francisco de la Cerda y Aragón a la cabeza; éste por aquellas fechas todavía defensor del  rey y que en 1711 moriría en circunstancias extrañas -para algunos asesinado- en el castillo de Pamplona. Apuntamos que,  como muestra de la participación de la nobleza local en la defensa de los intereses del último Felipe de España, Góngora y Rico superó los serios problemas que se le presentaron en el celoso cumplimiento de las órdenes que recibía en defensa de la causa borbónica y que ahora sería prolijo llevar a cabo su descripción.
 
La escritura de cesión está fechada poco después de semana santa, esto es, el 19 de abril, domingo de Quasimodo o domingo in albis, el siguiente al de Resurrección. Con esta donación, la cofradía antecedente de la actual Franciscana de Pasión daría culto a  cinco escenas pasionistas:  prendimiento, flagelación, Jesús con la cruz a cuestas, Cristo crucificado y Dolorosa. Las dos últimas son las escenas primarias de la corporación, fundada ésta en el último cuarto del siglo XVI; la primera y la tercera se incorporan en la segunda mitad del XVII, y la de Cristo flagelado, como vemos, en los albores del Setecientos.
 
Don Gonzalo Francisco Ortiz Repiso poseía en el claustro bajo del convento franciscano de Madre de Dios de nuestra ciudad una capilla con altar de san José donde se hallaba una alegoría con figuras en honor de la Purísima Concepción, que en el libro de memorias de donde sacamos esta noticia indica que se trata de un “romance mudo” situado en las puertas que cubren dicho altar. Es probable que en un principio esta imagen del Atado a la Columna estuviese colocada en esta capilla. En un inventario de la iglesia franciscana lucentina de 1885 no figura esta representación de los azotes al Señor. Se desconoce dónde estuvo situada durante el tiempo que siguió a la exclaustración  y desamortización (1835-1836).
 
En un recibo de las cuentas tomadas por don José García Cantarero, tesorero de la cofradía pasionista de referencia fechado el día de los Santos de 1718 y firmado por el guardián franciscano, fray Sebastián Bermúdez, consta que éste recibió del síndico del repetido convento seis reales de limosna de una misa cantada “dicha en la capilla del claustro que es de don Gonzalo Francisco Ortiz Repiso”.
 
Don Gonzalo falleció el 23 de mayo de 1732, siendo enterrado en la citada su capilla del claustro bajo del convento lucentino de Madre de Dios. Precisamente por la cesión y donación de la imagen del Cristo atado a la columna, se estableció memoria por la cual se obligó la Cofradía de la Sagrada Pasión de Nuestro Señor Jesucristo a costear una misa cantada sin diáconos anualmente bajo el lienzo de la Purísima Concepción en la referida capilla de su entierro. Esta misa se estipendiaba a la comunidad por la domínica de Pasión. Consta que a finales del siglo XVIII el convento recibía por esta “memoria de Repiso”, tras la reducción de Pío VI, seis reales de vellón.
 
Cuando visito la sevillana parroquia de san Andrés, donde se encuentra la imagen de Castillo Lastrucci de Nuestra Señora de Araceli, una lauda sepulcral al pie del altar de la versión hispalense de la patrona lucentina me recuerda siempre la imagen atada a la columna de la franciscana Madre de Dios de Lucena: “Don Joaquín Ortiz Repiso Cabrera, fallecido el 19 de marzo de 1949 a los 78 años de edad”.  Un militar descendiente de aquel don Gonzalo Francisco duerme el sueño eterno; muy cerca, también, el magnífico traslado al sepulcro del Cristo de la Caridad de la señera cofradía de santa Marta, que el genial Luis Ortega Bru, cumbre de la imaginería del siglo XX, compuso al miguelangelesco modo, para que el Señor empiece a buscar la resurrección el lunes de la semana mayor en la capital andaluza, a las mismas horas que la lucentina cofradía de Pasión lo tiene todavía en los brazos de la Madre de Piedra.
 
Pocos datos concretos tenemos sobre las salidas procesionales de esta imagen donada en 1705. López Salamanca publicó (1993) sobre un documento de 1771, custodiado en el archivo nazareno local, donde, en relación con un asunto de protocolo cofradiero, aparece el Señor de la Columna del templo franciscano entre las cuatro imágenes cristíferas que por entonces procesionaba la cofradía de la Pasión. En el informe dispuesto por el obispo Trevilla en 1819 sobre las procesiones de semana santa, elaborado en el caso de Lucena por don Fernando Ramírez de Luque y que fue publicado en Alto Guadalquivir por Nieto Cumplido (1984), se incluye al Atado a la columna en la del miércoles santo de la cofradía de referencia. Cuando el 25 de marzo de 1899, sábado víspera del domingo de Ramos, los oficiales de la cofradía de Pasión deciden que al año siguiente se efectuase la procesión, se nombra por cuadrillera del Señor de la Columna a doña Catalina María Leña.
 
Doña Catalina María Leña y Lara fue una maestra de primera enseñanza nacida en Bujalance y que tuvo escuela en la calle El Peso y en la Plaza de Aguilar (¿Hospitalico?). Era muy famoso el nacimiento que exponía en su domicilio. Estuvo casada con el también maestro don Miguel López y Ruiz-Conde, fallecido en Lucena en 1897, a cuyo entierro asistieron veinte niños de cada escuela con velas encendidas. Doña Catalina murió a los 52 años en nuestra ciudad, el 24 de octubre de 1908.
 
En los años 1946 y 1947, 14 de abril y 30 de marzo respectivamente, gracias al dinamismo y empuje cofradiero del padre Melquíades Gabarro, volvió a salir el Amarrado de Paz y Bien a las calles lucentinas el domingo de Ramos. El segundo de los días citados fue un día lluvioso y ello dio lugar a que la procesión se mojara en varias ocasiones.
 
Creo que no sería mala idea, dado el valor histórico-artístico que presenta esta iconografía del Amarrado franciscano, su incorporación a la grandiosa procesión que llena todo el lunes santo lucentino. Los miembros de la Cofradía Franciscana de Pasión tienen en sus manos el voto para que lo sugerido se haga realidad.
 
En mis Versos de cera escribo sobre esta imagen:
 
No quisieron que el suelo del Pretorio
manchado fuera en tiempo tan sagrado.
Descuajada del claustro franciscano,
en un esfuerzo estólido y beodo,
fue traspuesta al rincón caliginoso
por dos lictores zafios, la columna.
Hendió la luz del Justo la penumbra.
Nunca se vio espalda ante el flagelo
más sumisa, y jamás ante el tormento,
un gesto tan completo de dulzura.
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